miércoles, 11 de septiembre de 2013

El encuentro

Como si aquel instante pudiera ser el primero del resto de sus vidas. Como si esos pasos que daba él en la calle, aproximándose a ella, marcaran el inicio de una gran historia. En el fondo sabía que sería algo importante aunque no sabía si para siempre, pero sentía que estaba por iniciar algo que marcaría, que los marcaría. 

Estaba nervioso, más de lo que había contemplado en el momento en que supo que por fin la miraría a los ojos. Cuando sus miradas se encontraron se detuvo el tiempo. No lo podía creer. Quería saber qué pensaba ella, qué sentía al verlo. Sonrieron. Se abrazaron. Se sintieron. Se olieron. La tarde caía, pero la magia estaba intacta, y las ganas más vivas que nunca. Imaginen cómo latían sus corazones después de esperar tanto ese momento que tanto imaginaron pero que ahora los sorprendía. Estaba siendo mejor de lo que habían pensado. 

La noche empezaba a pintar dejos de su pronta presencia, pero ellos ni se percataban de eso. A él lo deslumbraban los ojos de ella como estrellas en el cielo. A ella, él le parecía un sol que alumbraba, que la llenaba, la motivaba. Quería saber más de él, quería conocer desde su sabor, hasta sus sueños. Quería escucharlo hablar sobre el mundo y más allá de eso, quería saber cómo era el mundo estando con él. Estaban ahí. Juntos por primera vez. Juntos de carne y de hueso, de olor, de parpadeo. Juntos sonriendo sin saber qué decir. No decían nada, pero sentían todo. Se sentían todo. Se sentían únicos.

Él le toco los labios como para confirmar que de verdad era real y que estaba ahí con él. Para confirmar que existía y que esos labios no eran obra de ningún artista. Ella le sonrió al tacto con ternura, con vergüenza, y con escondida lujuria. Estaban muy cerca uno del otro, y temblaban. Ella no sabía si estaba hipnotizada por su mirada imponente y segura o por el aroma que despedía. Él solo quería contemplarla después de que por mucho tiempo se tuvo que conformar con imaginarla. Se gustaban, y los dos ya lo sentían. Sus cuerpos ya lo gritaban y de sus ojos alguna chispa se salía. 

Afuera ya estaba oscuro, pero adentro ellos se iluminaban. Apenas si habían intercambiado palabras al saludarse cuando se encontraron. No hacían falta más palabras, puesto que de hablar ya habían hablado mucho, ya se habían escrito infinidad de cartas. Ya bastaba de palabras. A él le temblaban las manos y a ella se le removía el alma. Estaban de pie junto a la ventana y los pocos centímetros que los separaban de pronto parecieron inmensos, desesperantes. Cuando las manos de él la tomaron de la cintura, alcanzó a percibir un ligero espasmo en ella. Él pensaba que ya la tenía en sus manos, y ella sentía que a él ya lo llevaba en su lado izquierdo, latiendo con ganas. 


2 comentarios:

  1. Siempre me encuentro en tus letras, te amo.

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  2. Te amo. Me es imposible escribir sobre las mejores cosas de la vida sin que aparezcas.

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