martes, 3 de septiembre de 2013

De Freud y unos amores.

Por mucho tiempo estuve tratando de definir el amor por varias razones y con varias intenciones. Se ha escrito mucho sobre el amor, mucha poesía, mucha teoría. Se han escrito infinidad de cartas, unas muy famosas por ser obras de personajes históricos. Muchos de ellos incluso teorizaron toda su vida respecto al amor, siendo Sigmund Freud uno de los mejores ejemplos (sino es que el mejor). Mientras trabajaba en su edificio teórico, vivía un romance que quedó expuesto en muchas cartas que le escribía a su amada Marty como solía llamarla. No pretendo profundizar en todo lo que el profesor nos enseñó y nos sigue enseñando sobre lo que nos conforma (o deforma) a nosotros como sujetos. Lo que pretendo es alcanzar a tocar algunas piezas de su romance que nos dejó este hombre ya que hablamos del amor. En sus cartas se llega apreciar la entrega y las dificultades que siempre trae el amor como la distancia que los separaba a ellos en esa época, la cuestión del trabajo y el poco tiempo que tenían para verse entre otras vicisitudes a las que se enfrentaban. A pesar de haber descubierto tantas verdades sobre las relaciones entre los sujetos, el genio fue siempre un romántico. Tener esa sensibilidad con la pluma le sirvió hasta para conquistar a muchos lectores que le echaban las primeras miradas a su teoría. A continuación algunos fragmentos de sus cartas:




“…estamos tan íntimamente unidos, me siento tan inefablemente feliz por el hecho de tenerte, y estoy tan seguro de tu interés hacia todo lo mío, que las cosas sólo son importantes para mi cuando tú las compartes”.

“Hasta ahora habías compartido mi tristeza. Comparte hoy conmigo mi alegría, amada mía, y no creas que existe otra cosa sino tú en la médula de mis pensamientos”.

“Créeme: es natural que yo ponga más objeciones que tú a nuestra prolongada espera. Sucede únicamente que yo la soporto con más esfuerzo, lo cual no es extraño, pues por regla general, las novias son más resignadas que los novios”.

“Antes de conocerte ignoraba la alegría de vivir, y ahora que eres mía “en principio”, la única condición que pongo a la existencia es que me permita tenerte conmigo del todo”.

“Escribes con tal encanto y sensatez, que cada vez que me das tu opinión sobre cualquier cosa me siento aliviado. No sé cómo agradecértelo”.




Han pasado ya varios años después de que yo conocí la obra del profesor junto con sus cartas. Han pasado ya varios capítulos de mi propia historia titulados con nombres propios, con estaciones del año. Capítulos llenos de todo y de nada. Muchos inconclusos, otros con un final forzoso, y por qué no decirlo hasta doloroso. De muchos también aprendí, quizás de todos los capítulos aprendí. Varias cartas se perdieron en el tiempo pero sobre todo se perdieron porque no hubo algo fuerte y real que las hiciera eternas. No todo fue malo, pero ya fue. Ahora que miro hacia atrás todo tiene un sentido diferente, y ella, mi vida, ella sabe por qué. Ya dejé de pensar en el amor, y hasta es poco lo que escribo sobre él comparado con lo que ahora vivo. El genio lo logró no por ser un genio, sino por ser un valiente enamorado.Y no lo hubiera podido lograr sin ella, sin su amada Marty.

2 comentarios:

  1. Mi amor, qué precioso escribes. Cada vez que te leo, me sublimas a la más grande admiración y ternura.
    Te amo. Gracias por escribir. Gracias.

    ResponderBorrar
  2. Es un gran halago que te guste lo que escribo, sobre todo aquello donde estás entre mis líneas. Sabes que también te admiro, y te amo.

    ResponderBorrar